Con cada una de mis obras lo que busco es una realización personal, un alimento para el espíritu, que clama por expresar cosas, por tener búsquedas, así solo sean plásticas.

Como lo han señalado algunos autores, la perpetuidad de las obras está más en la tradición que conservan las personas que en la solidez de los materiales.

Aunque la arquitectura no aguanta una estigmatización basada en reglas absolutas, en las cuales se pueda plantear que la simetría siempre implica esto o lo otro o que una columnata esto y aquello, si está inevitablemente inmersa en un sistema de reglas cuya legitimidad varia y se construye en cada contexto de una manera diferente.

El espacio público es el escenario antropológico por excelencia, es donde las personas se comunican, se expresan, comparten y muchos pasan la mayoría de su tiempo.

En mis obras, los trazos libres y la tendencia a herir los lienzos, son una muestra de la irreverencia y sentido expresionista que manifiesta la ruptura de las reglas.

Aquel que sugestiona o aquel que atrae… aquel que fascina ese, ni aquel… ninguno… ¡soy yo!

La exuberancia natural de los cerros de Bogotá, proporcionó una concepción de espacialidad interior volcada hacia el entorno natural.    

Cuando me presenté al concurso de méritos para aspirar al cargo de Curador Urbano, lo hice motivado por la gran sensibilidad y aprecio que siempre he tenido por Bogotá y con la esperanza de tener una oportunidad para continuar trabajando por ella.

Nuestro esfuerzo contribuye a la competitividad y desarrollo del país.

Con aspectos básicos de expresión arquitectónica realizamos un trabajo completo, en donde se diseña desde el más mínimo detalle.